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Tuesday,16 Jul 2013

Para la escritora y fotógrafa independiente neoyorquina, Lucy Ripken, cada mes supone una nueva dificultad financiera, y todo se resume a un reto: ganar lo suficiente para vivir. En X Dames, Lucy tiene suerte cuando su vieja amiga, Teresa MacDonald, le llama con una oferta imposible de rechazar para trabajar en un nuevo reality show en Los Angeles —llamado X Dames—integrado por un grupo de atletas curvilíneas que participan en deportes extremos.

Lucy toma la oportunidad, se muda al sur de California, y muy pronto se encuentra viajando a la costa pacífico de Mexico, a un pueblo pequeño, experimentando un gran auge, llamado Sayulita, donde tomará lugar el evento principal del show: una competencia de surf femenil. Surf monumental, chanchullos en bienes raíces, y una muerte misteriosa por ahogamiento se combinan para transformar el reality show en una investigación por homicidio en la vida real.

Con cámaras grabando todo lo concerniente al estreno de los X Dames, Lucy y sus amigas pronto se encuentran tratando de desenmascarar una conspiración donde estarían involucrados vendedores de bienes raíces deshonestos, políticos corruptos, y una vieja enemiga de Lucy que está de regreso.

justin

Justin Henderson is responsible for most of the the text on this site. Justin is an established writer, having published six novels as well as many non-fictions and travel guides. When he’s not writing, he’s usually riding waves on a surfboard or a paddleboard in Sayulita or Punta de Mita.

Photography by

Donna Day

Donna Day, our accomplished, full of life, professional photographer does most of the images on our site. Donna did editorial, advertising and architectural photography in New York and Seattle before bringing her talent for vibrant imagery to Sayulita.

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La mañana siguiente Lucy despertó de un acostumbrado sueno agitado, justo antes del amanecer, con el rítmico rugido de las olas rompiendo in a steady, swell-driven surge. Ella sabía por el sonido, que allá habría algo grande, posiblemente más grande que el día anterior. Como todo amante del océano Lucy recibió una descarga de energía por la vista y sonido del surf, pero antes de permitirse la emoción de levantarse de la cama para abrir las cortinas y echar un vistazo a la bahía, se forzó a quedarse quieta y recordar, a pesar de la leve resaca de tequila, los sucesos de la noche anterior. Tanto para recordar algunas ideas del argumento de X Dames, como para tranquilizarse a si misma. Había sido una noche larga y extraña.

Después de instalarse en su suite, las tres mujeres descansaron un momento, se vistieron con un atuendo casual-chic para cenar, con vestidos de verano cortos y sandalias, y salieron. Les tomó una media hora caminar desde su hotel hasta La Casa de la Luna Grande, o la “House of the Big Fat Moon”, como ellas lo tradujeron: primero caminaron algunos cientos de metros por un camino de terracería paralelo a la playa, hasta llegar a la plaza principal del pueblo, donde hipis vagabundos vendían joyería chatarra y los niños jugaban al soccer bajo las palmeras, mientras sus padres vendían tacos, flanes, pasteles, DVDs, cepillos dentales, muñecos de plástico, entre otras cosas, en pequeños puestos destartalados alrededor de la plaza. Grupos de gringos medio borrachos, quemados por el sol recorrían las calles en busca del taco de pescado perfecto, mientras que surfistas aficionados y hipis merodeaban entre las bancas de la plaza, consumiendo cerveza Pacifico en vasos de litro o margaritas en vasitos de plástico. Se escuchaba música desde radios, bares, coches, y restaurantes. Todos parecían levemente aturdidos y muy contentos con ellos mismos. Qué podía ser mejor que tomar unas vacaciones en un pueblo extranjero donde podías ir por la calle medio borracho, sin ser insultado, robado, arrestado, atropellado, o volado en pedazos?

Desde este festivo lugar, las tres mujeres cruzaron el puente, y en enfilaron al camino paralelo a playa. Después de pasar una gran cancha de soccer y un par hoteles desgastados de dos pisos, obras de construcción abandonadas, y los terrenos bardeados de la escuela del pueblo, llegaron a los encopetados precintos del extremo norte, donde las casas en la playa a su izquierda, y en las colinas que se elevaban a la derecha, tenían un aspecto más grandioso, pomposo, atrevido, y enorme, unas camionetas SUVs pasaron, llevando gringos al pueblo. Era un territorio para adinerados, en ambos lados del camino. Una de las últimas casas en la playa era La Casa de la Luna Grande. Bobby Schamberg la había rentado dos semanas por 10 mil dólares. Se quedaron con él, en la casa principal, Judy y Henrietta, mientras que Leslie Williams y un par de productores ejecutivos se instalaron en la casa de invitados junto a la piscina. Exceptuando a las surfistas mexicanas y Sandra Darwin, que vivían en el pueblo, todos los demás involucrados en el show se quedaban en la Villa Roma. Ruben Dario, que pasaba los veranos en una mansión junto al mar en Santa Barbara, tenía su propia hacienda, que se decía, era las casa más grande del pueblo, en las colinas con vista al extremo norte y la bahía.

Hicieron su entrada. La casa incluía una enorme ventana con vista a la playa, donde la olas rompían en las rocas a unos 15 metros desde donde el grupo se sentó a cenar después de apurar dos botellas de tequila en media hora. Mientras las olas castigaban las rocas probaron comida gourmet mexicana rodeados de meseros, camarógrafos, ayudante de iluminación y sonido, maquillistas y estilistas, coordinados por Leslie Williams, asistente del director, un mexico-americano llamado Hector Valdez. Leslie no estaba por ningún lado, habiéndose retirado temprano a su habitación con un par de muchachos a la mano y un “brillo libidinoso en sus ojos ,” como lo describió un sardónico Bobby. Resulta ser que Leslie gustaba mucho de los jovencitos, pero eso no era parte de la narrativa en X Dames. El equipo grabó video desde prácticamente todos los ángulos, planeando usar el material de esta cena de introducción en el primer episodio de X Dames.

Junto com las surfistas que Lucy había conocido, además de Bobby y su equipo, había un par de personajes notables Ruben Dario, por supuesto, que era un elemento principal en los juegos X Dames. También presente estaba Wally Townsend, el socio americano de Dario en los negocios de bienes raíces. Entre ellos habían vendido 16 casas el invierno pasado, y tenían 11 más en proceso de venta. Aunque no parecían muy afectuosos, a juzgar porque lo Lucy vio en el curso de la bien documentada velada, Ruben Dario y la reina Amazona del surf Sandra Darwin, posiblemente tenían una relación.

El otro invitado era un hombre apodado el Pantera Macho, ó El Pantero, un tipo de piel obscura, musculoso, un mestizo hermoso de Puerto Escondido, famoso por surfear las olas más temibles de Puerto con la gracia de un gran gato depredador. Por ello el apelativo. Con sus luminosos ojos negros y su bien marcado cuerpo, además de una ridículamente sexy cabellera tenida de rubio, el pantera era muy atractivo, y él lo sabía.

A lo largo de la velada, surgieron varias rencillas semi-planeadas entre las surfistas contendientes—las chicas estaban aprendiendo rápidamente a hacer la “realidad” más real para las cámaras, y por ello, animada por Terry y Hector, Moki Sue alegremente despreciaba las habilidades para surfear de sus competidoras, especialmente Marcia y Henrietta, quienes respondieron a las críticas.

Atrapada entre Darío y Townsend, Lucy se perdió el melodrama femenil e hizo conversación con los promotores de bienes raíces. Dario, quien era mitad mexicano y mitad californiano, poseyendo doble nacionalidad, al parecer se había casado con una mujer perteneciente a una de las familias más adineradas de Sayulita. El era rico, arrogante y sabelotodo, mientras que Townsend, quien parecía el típico vendedor americano, se dedicaba a besar el trasero de Dario. De ambos, Lucy aprendió como funcionaba el sistema ejidal. Antes de que se aprobara la ley que permite a los gringos comprar casas vía fideicomisos bancarios, su único oportunidad para comprar propiedades en México era a través de un socio mexicano, conocido como prestanombre, cuyo nombre figuraba en las escrituras junto con el nombre del gringo. Estas sociedades de conveniencia en el papel, formadas por edictos proclamados por cada consejo municipal o Ejido, estaba acompañadas por poderes que impedían al prestanombre hacer nada con las casas, como comprar, vender, rentar, ocuparlas o usarlas para su propio beneficio; y si estaban apropiadamente redactados, los poderes permitían al socio americano hacer lo que quisiera sin el permiso de su socio mexicano. Dario aseguró que él sirvió como prestanombre para más de cincuenta casas en Sayulita.

Con raíces en Sayulita y el sur de California, Dario había sido un surfista hace algunos anos. Dado que era un personaje importante en el pueblo, fue elegido com juez de la competencia de surf. El campeón de surf El Pantero era el segundo juez, mientras que Judy Leggett, ex-campeona femenil de Estados Unidos, actuaba como tercera juez.

Judy mantuvo un bajo perfil a lo largo de la tarde, y Lucy se preguntaba que fue lo que activó sus suspicacias —además de esa extraña re-interpretación de la violenta escena en Chinatown por parte de Judy. Aquí en Sayulita, fuera de su terruño, Judy no parecía ser tan competitiva. Terry pensaba que la mujer estaba ahogada en codeína o barbitúricos, sencillos de conseguir en las farmacias mexicanas, pero no cabía la certeza.

De cualquier forma, la mezcla del show era variada, con potencial para la discordia y los conflictos. Buen material.

Tal como era su costumbre en las cenas grandes y ruidosas, cuando no estaba conversando con alguien, Lucy observaba. Y observó a Marcia. Después de apurar varios tragos de tequila y al menos cinco cervezas, Marcia terminó insinuándose a Ruben Dario. Lucy sabía la razón: el había estado lanzándole miradas de Latin lover a Marcia, en cada oportunidad que tenía. Y ella mordió el anzuelo, porque en el fondo, y Lucy no tenía dudas que en el fondo, Marcia continuaba siendo una chica inocente, a pesar de sus habilidades en el surf, su estilo gótico y sus perniciosas adicciones. A sus treinta y tantos, Dario era bien parecido, acaudalado, un ex-surfista de renombre, convertido en un hombre de mundo. En suma, una tremenda tentación para una chica como Marcia.

Las otras surfistas de San Diego, llegaron hasta la medianoche. Bobby había dado un paseo por las playas de Sayulita ese mismo, con la chequera de X Dames a la mano. Encontró otras cuatro atractivas jóvenes y las reclutó para completar la lista de participantes. Sin embargo, las dos hermanas canadienses, la estudiante de intercambio japonesa, y la chica hippie colombiana no estaban siquiera surfeando o haciendo paddling, debido al inusual tamaño de las olas. En lugar de eso se limitaban a pasar el tiempo en la playa—todas tenían una gran figura, por supuesto, y Bobby iba a facilitar el bikini si alguna no tenía el indicado —con sus tablas de surf a la mano, contemplando el paisaje. El surf era demasiado para ellas. Había que dejárselo a los profesionales. Lo cual contribuía a incrementar las ya de por si reputaciones de esas valerosas damas dispuestas a meterse en aguas monstruosas que surgen una vez cada diez años. Se estaba configurando una escena salvaje. Hecha para la TV.

Y entonces, conforme transcurría la noche, y arreciaban los efectos del tequila, El Pantero hizo una movida, tratando de seducir a Lucy Ripken. Luego de mirarla intermitentemente con sus felinos ojos negros y mostrarle una y otra vez su blanca adorable sonrisa para demostrar su interés, la abordó cuando salía del baño de 180 metros cuadrados, diseñado para imitar una gruta en la selva, entre las lilias, las orquídeas y el tintinear de las hojas, casi la convenció de que un encuentro amoroso, en su elegante cama king size bien valía la pena sufrir la culpa del día siguiente; pero no, en el último instante, antes de que sus inhibiciones se rindieran ante la urgencia y el deseo del Pantera, dio un giro, regresó a la mesa repleta de botellas de tequila, y se sentó, para tomar un profundo respiro y analizar sus opciones; y entonces una mirada a través de la mesa con Teresa, que estaba sobria, mirándola con ojos preocupados, terminó por apagar su lívido. Así que en lugar de lanzarse a los brazos del pantera, muy pronto se retiró junto con Teresa, y ambas recorrieron el camino de regreso, tomadas de la mano, disfrutando del paseo por la arena de Sayulita, una milla desde el extremo norte hasta el sur, reflexionando sobre su suerte, en apariencia más favorable, que la de la joven Marcia, ahogada en tequila y cerveza. La habían dejado atrás para que se valiera por ella misma. Cuando llegaron al Villa Roma se sentaron por media hora tomando notas de los eventos de la noche, para conformar sus historias–y se retiraron a sus respectivos cuartos. Marcia no se había presentado a reclamar el tercer cuarto para cuando ellas se fueron a dormir.

Llegó otro día. Lucy se despertó, apartó las cortinas, abrió las puertas de cristal y volvió a la cama, se cubrió el cuerpo desnudo con las sábana, y echó un vistazo, escuchando el furioso pero extrañamente calmante rugido del mar….

Hola! Estamos traduciendo este artículo y muy pronto estará listo. Por favor tenga paciencia.