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Thursday,11 Jul 2013

Para la escritora y fotógrafa independiente neoyorquina, Lucy Ripken, cada mes supone una nueva dificultad financiera, y todo se resume a un reto: ganar lo suficiente para vivir. En X Dames, Lucy tiene suerte cuando su vieja amiga, Teresa MacDonald, le llama con una oferta imposible de rechazar para trabajar en un nuevo reality show en Los Angeles —llamado X Dames—integrado por un grupo de atletas curvilíneas que participan en deportes extremos.

Lucy toma la oportunidad, se muda al sur de California, y muy pronto se encuentra viajando a la costa pacífico de Mexico, a un pueblo pequeño, experimentando un gran auge, llamado Sayulita, donde tomará lugar el evento principal del show: una competencia de surf femenil. Surf monumental, chanchullos en bienes raíces, y una muerte misteriosa por ahogamiento se combinan para transformar el reality show en una investigación por homicidio en la vida real.

Con cámaras grabando todo lo concerniente al estreno de los X Dames, Lucy y sus amigas pronto se encuentran tratando de desenmascarar una conspiración donde estarían involucrados vendedores de bienes raíces deshonestos, políticos corruptos, y una vieja enemiga de Lucy que está de regreso.

justin

Justin Henderson is responsible for most of the the text on this site. Justin is an established writer, having published six novels as well as many non-fictions and travel guides. When he’s not writing, he’s usually riding waves on a surfboard or a paddleboard in Sayulita or Punta de Mita.

Photography by

Donna Day

Donna Day, our accomplished, full of life, professional photographer does most of the images on our site. Donna did editorial, advertising and architectural photography in New York and Seattle before bringing her talent for vibrant imagery to Sayulita.

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“Holy shit, mira ese surf,” dijo Marcia, acelerando el paso, el mareo desapareció mágicamente cuando las olas aparecieron. Pasaron un fila de mesas con vendedores de artesanías en la banqueta al final de la cuadra, y en la playa más delante, se podía ver agua blanca por todos lados, olas rompiendo a lo largo de la bahía, una punta rocosa con una casa enorme a medio kilómetro de distancia por el suroeste, y dos docenas de surfistas extendidos a lo largo de la playa frente a ellas, y hasta el otro extremo, a unos 180 metros mar adentro. Llegaron hasta la playa. El Costeño estaba a su derecha. Su enorme techo de hoja de palmera dejaba entrever mesas de madera y plástico, y sillas en la arena. Sobre la playa se había erguido un gran pabellón que se elevaba temporalmente sobre una plataforma de andamios soportada por postes de metal enterrados en la arenas, con las letras X DAMES impresas en color azul, en los cuatro lados de la pirámide de tela blanca que formaba el techo. De este colgaba banderines de patrocinadores de giros como cerveza, tablas de surf, tequila. Directamente atrás de este pabellón estaban estacionados varias camionetas de tracción en las cuatro ruedas, con el compartimiento de carga repleto de equipo de video. Claramente, estaba en marcha una producción de considerables dimensiones. “Tengo que ir por mi tabla y montar algunas olas,” dijo Marcia. “El surf luce fenomenal. Dónde dijo que estaba el hotel?”
“Allí,” señaló Lucy. “Aquella mole monstruosa.” A unos 200 metros por la playa, donde el camino se curvaba mar adentro, hacia la casa en la punta, un edificio de cinco pisos de elevaba frente a una pequeña colina cubierta de casas blancas y techos rojos, en medio de un follaje de flores y árboles de coco. El piso superior parecía inacabado, con simples columnas de concreto, ventanas sin cubierta y una barra sucia.. En la colina alrededor, los edificios pequeños se perdían entre la vegetación.
“Ese es el Villa Roma,” dijo Teresa. “Anoche chequé su sitio en la web. Y también otros sitios y blogs sobre Sayulita. Parece que todos en el pueblo detestan ese edificio y a su propietario, el típico americano idiota que pensó poder sobornar a todos para construir un condominio altísimo en un pueblo con un límite de altura de cuatro pisos. Dicen que pudieron detenerlo con una especie de maniobra legal, y de hecho ahora están suprimiendo los pisos superiores. De cualquier forma, esos pequeños edificios en la colina son cuartos de hotel, y se veían muy bien en la página web.”
“No me interesa,” dijo Marcia. “Voy por mi tabla.” Se fue caminando por la playa, los ojos de varios chicos surfistas mexicanos la siguieron. Acompañados por una media docena de perros callejeros, los muchachos bromeaban la arena a la sombra del pabellón de X Dames, viendo las olas, bebiendo cerveza, y checando a las chicas.
“Que harás tú, Lucy?” preguntó Teresa. “Harás “paddle” allá afuera?”
“Paddle, sí,” dijo. “Será grandioso para tomar fotos de cerca. Con mi cámara a prueba de agua. Y puedo hacer paddle bastante bien gracias a todo el nado y ejercicio que hago. Pero no podría montar esas olas. Solo he surfeado unas cinco veces, simplemente no se suficiente.”

“Discúlpenme, señoritas,” las interrumpió un hombre. Se dieron la vuelta. Tenía cuarenta y tantos años, un mexicano alto, bien parecido con shorts khaki bien planchados, sandalias de cuero negro, y una playera deportiva de buena manufactura, con lentes de sol. “Ustedes son–”
“Teresa MacDonald.” Levantó su mano. “Y Lucy Ripken. Usted debe ser–”
“Ruben Dario. Del show. Y un local también. Es un gusto conocerlas. Espero que el viaje haya ido bien. Acompáñenos, por favor.” Señaló a una de las mesas grandes en la parte frontal de El Costeño, con vista hacia el surf. Había tres mujeres sentadas allí, muy cómodamente, en bikinis diminutos: eran una asiática y dos mexicanas. Todas ellas morenas, delgadas, de cabello largo, y hermosas en un sentido moderno, físicamente dotadas, fieras, sin miedo, y totalmente femeninas. Mujeres poderosas, que se comerían el mundo. Mientras ella y Terry seguían a Darío hacia su mesa, Lucy pensó que cualquier show televisivo que tenga este trío, más Marcia, Henrietta, y Sandra, todas montadas en las olas, va a rockear!

“Entonces donde está la adorable Henrietta?” preguntó Moki Sue Kalahani’I, la “dominatrix del surf” de 26 años, después de presentarse, sentarse, y ordenar cerveza. A su izquierda sentada Martina Casals, una mexicana de 20 años famosa por un video viral que grabó en Puerto Escondido, conocido como la “tubería” mexicana, en la costa de Oaxaca. Martina había desaparecido completamente en un tubo de 3 metros, por cinco segundos, cuando apareció sobre sus pies, con una enorme sonrisa en su rostro, y sin la parte superior de su bikini, que estaba esparcido a lo largo del tubo. Sobra decir que este video “topless” se sostuvo como uno de los más populares de internet, y Martina se convirtió en una de las cinco o seis mujeres surfistas mas famosas del mundo.
Al final de la mesa estaba Erica Nuñez, con más de 30 años, pero campeona por cuatro veces consecutivas en México. Tenía prácticamente el mismo cuerpo que las otras dos, 1.65 metros de estatura, músculos bien marcados y en una forma increíble. Ni ella ni Martina hablaban inglés muy bien, y Darío, la única persona bilingüe del grupo, acompañó la conversación.
“No tengo idea,” respondió Teresa. “Pensé que venía con Bobby y todo el staff de TV.”
“Sí, yo la vi esta mañana en la casa que Bobby rentó,” dijo Dario. “No se preocupe, Señorita Moki, ella está allí. Quiere ese dinero tanto como Usted.” Sonrió. “Y ustedes, damas escritoras, han confeccionado algunas narrativas interesantes para nuestras chicas?”
“Claro que sí,” dijo Terry. “Terminamos de escribir el show completo en el avión antes de llegar aquí.”
“Esto es bueno” dijo él, se dio vuelta y tradujo al español. La dos chicas mexicanas se rieron.
“Qué?” dijo Lucy, detestando no saber español. “Qué es tan gracioso?”
“Oh, Solo les estaba contando cuanto desea Moki Sue vencer a Sandra y a todos los demás, pero especialmente a Henrietta. Y ellas piensan resulta muy gracioso que todas estas gringas se empeñen tanto en vencerse unas a otras, que no se dan cuenta que las surfistas mexicanas son las chicas a vencer, estando en su playa local.”
“Hm,” dijo Teresa. “Suena como un reto—y un buen argumento.”
“Hey, banda,” dijo Marcia, que llegó jadeando a la mesa. “El hotel es cool.” Llevaba puesta una tanga con una camiseta de licra de manga corta en colores neo-psicodélicos, y llevaba bajo el brazo una tabla de surf pequeña, de 1.8metros. Su pálido rostro se había esfumado casi como por magia del sol mexicano, y se veía como una surfista muy atractiva, lista para dominar algunas olas.
Lucy hizo una rápida presentación, y entonces Marcia dijo, “Porqué no están allá -todas ustedes- surfistas de grandes vuelos? Too hairy for you? Esas olas se ven fenomenales!”

“Porque estaban aún mejor esta mañana durante la marea alta, Chiquita,” respondió Moki Sue. “Y estamos descansando porque vamos a competir mañana y ya hemos surfeado tres horas el día de hoy.” Se dirigió a Teresa. “Y esta chica que hace en el torneo? Una chica bonita para rellenar en el fondo? O también sabes surfear, chiquita?” preguntó cínicamente.
“Nos vemos en las olas, bruja puta,” dijo Marcia, se dio la vuelta y se dirigió hacia el agua.
“Ouch! Que chica tan irritable,” dijo Moki con una sonrisa. “No soporta las bromas.”
“No fue gracioso,” dijo Lucy. “Y ella es una buena surfista, no debes tomarla a la ligera.”
Moki Sue miró a Lucy con una mirada inquisidora. “Y qué vas a escribir al respecto? Cómo insulté a una de las competidoras y–”
“Las rencillas personales y los rencores son materia prima para la historia” dijo Terry, “Así que sigue con ello.” Se dirigió a Lucy. “Parece que ya tenemos nuestra villana.”
“Hey,” dijo Moki Sue. “No me encasillen. No soy la mala. Solo quiero ganar, como todas las demás. Los juegos mentales son parte de la estrategia.”
“Discúlpenme, señoritas,” dijo Dario. “Quería preguntar a nuestras escritoras–” Lucy y Teresa le dieron su atención. “Ya estoy organizando el siguiente segmento después de la competencia de sur. Ya les mencionó Bobby nuestros planes? Podrán viajar a Sur América desde aquí para trabajar en la competencia de snowboarding la próxima semana? Mi socia Sophie ha estado por allá buscando locaciones, y parece haber conseguido una gran montaña con un hotel bien equipado, reliable lifts and excellent powder, en los Andes Chilenos. Creemos que si podemos alternar deportes de invierno y verano, se creará una gran dinámica para la serie. Queremos darle un enfoque global.”
“Chile? La próxima semana? Jesus, no lo sé. Tengo un libro que terminar. Luce, tu que opinas?”
“Hey, miren eso,” dijo Lucy, sacando rápidamente un pequeño par de binoculares con gran alcance de su bolsa. “Esa es Marcia?” Enfocó más. “Sí. Cogió una ola gigante.” Todos vieron como la chica se sostuvo en la cima de una ola enorme, hasta que cayó. Cuando llegó al fondo era evidente que la altura de la ola era tres veces más grande que ella. Bajó al fondo montada en su pequeña tabla, dio un giro, y subió de nueva cuenta, a una gran velocidad. At the top she whipped a slashing cutback, and her board broke loose of the water, freefalling down the face. Her feet hardly touched the board until it hit water near the wave’s bottom, when she somehow landed perfectly balanced and executed another big turn, this one ending with a lunging kickout over the top as a collapsing section closed the wave out.
Estuvieron en silencio por algunos segundos, perplejos. Entonces Moki Sue dijo “Holy shit! Esa chica sabe surfear!”
“Magnifico,” dijo Dario. “Y que ola tan poderosa!”
Martina dijo, “Creo que esa fue la mejor ola del día. Es como en Puerto Escondido, pero no rompe tan fuerte como allá.”
“Judy me dijo que mañana tendremos las olas mas grandes,” dijo Teresa. “Así que podríamos tener olas aún más grande para el torneo.”
“Hey, yo soy de Hawaii,” dijo Moki Sue. “Me devoro olas como esta en el almuerzo.”
Todos la miraron. “Cálmate, nena,” dijo Lucy.

X DAMES 3: Mal comportamiento