Salir al mar desde Anclote es uno de los viajes de un día que simplemente NO DEBE PERDER. Hay todo un mundo marino allí afuera para ser explorado, y no hay nada como montarse en una panga amarrada entre los embarcaderos de Anclote, y salir en busca de ballenas y otras maravillas.
Fuimos el Domingo, 13 de Enero, con Alejandro, uno de los pangueros que trabajan para Mictlán Surf School, en la panga llamada Quetzalcoatl. Mictlán tiene una pequeña flota perfectamente mantenida, buenas pangas blancas, cada una con techo, espacios bajo los asientos para mantener sus cosas secas y mucho lugar para sentarse. Obviamente, dado el nombre, se especializan en viajes y lecciones de surf, pero también ofrecen avistamiento de ballenas y aves, y safari de snorkel también. El clima estuvo casi perfecto, un cielo azul grisáceo y un viento vigoroso representando la escena tan invernal como se puede en estas partes. Partimos como a las 9:30 am, con la marea alta, y el viento ya estaba soplando.
Sin embargo, desde que vimos una familia de ballenas jorobadas a menos de una milla fuera de la costa -casi inmediatamente, en otras palabras- el enérgico viento y clima fresco pronto dejaron de importar. Con Alejandro quedándose cerca de las ballenas experimentada y silenciosamente, pudimos verlas jugar, rodar, sacar agua desde sus respiraderos. Incluso tuve un poco de espuma de ballena en la cara, una experiencia interesante. ¿Alguien quiere moco de ballena? Este día en particular ninguna de las ballenas de esta familia -pudimos notar fácilmente que el grupo incluía una madre, un padre, y un bebé- salió completamente del agua o hizo alguno de los más dramáticos movimientos que hacen cuando sacan sus gigantes cuerpos o colas del agua, pero aún así, fue una gran sesión de avistamiento de ballenas, con mucho tiempo de aproximación a estas masivas y sorprendentes criaturas.
Después de un tiempo las ballenas desaparecieron en las profundidades, nos dirigimos a las Islas Marietas. El mar estaba algo agitado, pero manejable, y el sol vino a nosotros mientras nos aproximábamos a las islas. Sin posibilidad de snorkelear debido a las aguas agitadas, paseamos al rededor de varias islas, observando cientos -¡miles!- de aves que viven allí. Fragatas, pelícanos, varios tipos de gaviotas, piqueros cafés y lo mejor de todo, piqueros patiazules, con sus sorprendentemente brillantes patas azules. Nos preguntamos, ¿por qué la evolución desarrolló patas azules en estas aves? ¿Para que pudieran caminar disfradas en el agua azul? ¿Para que pudieran presumir? De hecho, esa es la razón. El piquero macho luce las patas azules, y muestra una elaborada danza paso a paso cuando corteja a una hembra. El azul se hace más pálido con la edad, permitiendo a los sementales jóvenes con las patas más relucientes obtener a todas las chicas. Parece familiar, de alguna manera.
Además de la abundante vida aviar, las rocosas, bloqueadas y escabrosas Marietas muestran muchas cuevas espectaculares, grietas, arcos y sopladuras, donde el agua entra agitadamente y sale disparada en grandes explosiones de espuma. Las formaciones de rocas por sí mismas valen el viaje; en un día con mejor clima que el que tuvimos también hay, una variedad de buenos sitios para snorkelear, y el estatus de santuario marino de las Islas garantiza la presencia de varios peces para nadar con ellos.
Pero incluso sin una sumergida con snorkel, el viaje fue cautivador. Vimos más ballenas paseando entre las Islas, y otro grupo cuando nos dirigíamos de regreso a Punta de Mita. El regreso fue excitante, saltando sobre las olas, la panga casi en el aire un par de veces mientras volábamos sobre las crecidas. Regresamos a la playa por los embarcaderos de Anclote al rededor de dos horas después de nuestra salida; después de una inspiradora mañana en el mar.