Ésta semana en la playa y en el pueblo, se pudo sentir la lenta y dormilona temporada baja. La playa estuvo pacífica, relativamente vacía de gente, y todo y todos iban más lento. Los dueños de los restaurantes hablan de las fechas en que cerrarán. La gente busca en internet o en la calle, quién les cuide la casa. Todos hablan de lo que harán cuando regresen al norte.
Como hacemos seguido, paseamos por la playa una tarde tranquila, y por primera vez éste año, disfrutamos de ver el ocaso no una, sino dos veces.
Primero, al norte de la desembocadura del río, vimos el sol bajar tras Punta Sayulita. Entonces caminamos cien metros arriba por la playa, y vimos el sol ocultarse de nuevo, ésta vez en el mar.
Había un par de surfos montando unas olas pequeñas en la izquierda de la playa norte, una poca gente y perros deambulando, una luna casi llena elevándose detrás de las palmas, y un maravilloso sentimiento de tranquilidad. El velero que habita nuestra bahía era hermosamente silueteado en la luz de la tarde. El sitio de construcción de Punta Sayulita fue oscurecido por la luz de fondo, así que no tuvimos que mirar todo ese concreto y preguntarnos, ¿terminarán algún día? Sabemos que lo harán, y que las grandiosas casas allá afuera se verán como deben verse, integradas en el paisaje -pero parece que se están tardando mucho. Mientras tanto, es lindo cuando el concreto desaparece.
Éste es un hermoso y pacífico momento para estar en Sayulita. Sabemos que hay incontables, sorprendentes y coloridos ocasos para ser atestiguados aquí -vienen cada día, parece- pero ahora es la temporada, mientras el sol se mueve al norte por el verano, que puede fácilmente disfrutar del ocaso dos veces.
