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Saturday,1 Dec 2012

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Justin Henderson is responsible for most of the the text on this site. Justin is an established writer, having published six novels as well as many non-fictions and travel guides. When he’s not writing, he’s usually riding waves on a surfboard or a paddleboard in Sayulita or Punta de Mita.

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Las hermosas olas de Sayulita -no espectaculares, no épicas, pero súper divertidas y desafiantes cuando viene una crecida- han crecido un poco, bueno, algo “espinosas” últimamente. Tenemos muchos surfos buenos en el pueblo, más cada año, y ocupan un buen espacio allá afuera en el agua. Así que aquellos de nosotros que no somos despedazadores en tablas cortas, como sea, encontramos nuestras olas en las orillas, algunas veces, cuando hay una crecida. Y hay una crecida AHORA, esta semana en Sayulita. La primera crecida nor-occidental de la temporada, llegando con unas pocas semana de retraso, tal vez, en la primera semana de Diciembre. El océano agita estas grandes líneas gordas hacia nosotros, y nosotros que somos surfos debemos salir y montarlas.

Así que esta mañana, a las 6:30, encontré un borde. Con una Luna menguante a tres cuartos colgando como una hermosa linterna mágica en el cielo sur-occidental, me levanté y me puse las bermudas y la lycra, enceré la tabla en la calle, y me dirigí a las olas en lo no muy oscuro, ya que había luz de luna. Monté la bicicleta en el camino lleno de vaches, con la tabla bajo el brazo, y entonces, sólo, en la izquierda del pueblo, por una hora, surfeé atrás de la suave luz de la luna. Pude ver las olas que venían, muros negros levantándose en un horizonte oscuro, pero no había modo de juzgar si la ola era posible o no. Una bestia oscura, surgiendo frente a mí. Giras a ese lado, vamos, y esperas que la ola tome forma. Montas un potro salvaje.

Por suerte para mí, las primeras cinco o seis olas que remé eran izquierdas perfectas, acariciadas por la ligera brisa fuera de costa que sopla al alba, y tracé la línea bajo la tenue luz de la luna, cada vez montando casi hasta la playa, saliendo suavemente y remando de regreso. Sorprendente. Una sesión de ensueño. Mientras el albor clareaba una persona con un boogie y otra con una tabla larga aparecieron, y mi mágica sesión de surf sólo, se terminó. A las 8 am, había 13 personas en el agua. Y estaba bien, ya que tuve esa hora de surfeo para mí sólo a la luz de la luna.

En las horas de la tarde, llevé a mi hija a surfear en Anclote, en Punta de Mita. Ella montó su tabla larga, y yo surfeé mi tabla con remo una hora. Las olas estaban bonitas: suaves, lentas e indulgentes; el viento y el sol eran cálidos, había tal vez quince surfos y remeros en el agua, y fue otro… bueno… uno odia quemar estas palabras por el sobre uso… un día hermoso en nuestro pedazo de paraíso mexicano.

¿Mejorarlo? Bueno, regresamos de Punta de Mita, y, no habiendo sido retado lo suficiente por las olas de Anclote, remé a la derecha directo en medio de la ola del centro de Sayulita, sólidos sets sobre la cabeza rompiendo cada cinco minutos, dos docenas de cuerpos sobre tablas en el agua, tres docenas de lenguados y nadadores -y agarraron seis buenos paseos antes de que la realidad entrará, y vi a la multitud por lo que era. Una multitud de talentosos surfos, buenos, malos, y todo en medio.

Otro día en Sayulita.