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Tuesday,16 Apr 2013

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Justin Henderson is responsible for most of the the text on this site. Justin is an established writer, having published six novels as well as many non-fictions and travel guides. When he’s not writing, he’s usually riding waves on a surfboard or a paddleboard in Sayulita or Punta de Mita.

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Pronto escribiré una historia más larga acerca de las aves migratorias que llegan por aquí, enfocándose en el pueblo vecino de San Pancho, pero mientras tanto, aquí hay un poco de sabiduría popular aviar. Aquí hay dos aves que mi esposa fotografió desde el piso superior de la casa; están en los árboles del patio escolar cruzando la calle. El pelirrojo es un carpintero lineado. Estas aves se mantienen ocupadas haciendo lo que hacen los carpinteros, hoyos en los árboles. Una brillante sombra roja en la cabeza, y nos encantan las patas a rayas. ¡Qué estilo!

La otra ave se conoce comúnmente como chachalaca. La gente dice que si pronuncia la palabra rápido y guturalmente, casi suena como el ruido que hacen. Pero eso no es cierto del todo. Cuando comienzan a graznar, estas aves suenan como un par de viejas ruidosas chillándose una a la otra sobre la barda, o como algún dispositivo mecánico que rechina por falta de lubricante; sus vocalizaciones serían perfectamente realistas para el sonido de un video juego de “angry birds”.

No tenía idea de lo que eran cuando me mudé para acá, y pronto pregunté, ya que el lío que armaban nos tenía saltando de la cama en el albor de la mañana varias veces por semana. Una amiga, cuyo esposo tiene un abuelo que fue fundador del pueblo, me contó que en los viejos tiempos solían cazarlas, para comerlas -y para ¡HACERLAS CALLAR!

Seis chachalacas sobre un árbol pueden hacer una cantidad sorprendente de ruido. Como los monos aulladores más al sur, que suenan como king kong, pero se ven, bueno, como monitos comunes, las chachalacas compiten con los monos, pero realmente no hay comparación. Parecen suficientemente benignas, como pavos salvajes miniatura, aunque tienen una mirada penetrante y siniestra. De todos modos, por más molesto que sea su estruendo, me he encariñado de ellas; si algún día me mudo de Sayulita, el estruendoso sonido de las chachalacas es una de las muchas cosas inusuales e inesperadas que seguramente extrañaré.