El verano puede ser desconcertante para el surf en Sayulita. Afortunadamente, otras cosas suceden también en el pueblo. Hasta tuvimos un par de cocodrilos nadando justo a la playa, donde un pescador con iniciativa atrapó a uno de ello para que pudiéramos verlo un rato, antes de que fuera llevado a su hogar en el estuario de San Pancho. Y, sí, hasta vimos una media docena de piqueros de patas azules en playa de los Muertos el sábado por la tarde -estas aves usualmente no dejan las Marietas y las Galápagos, sin embargo aquí estaban, paseando por Muertos, regateando sobras de pescado a los pescadores locales con sus redes y líneas justo en la playa. Y a pesar de que esta ha sido una temporada de lluvias relativamente seca, la jungla está increíblemente exuberante y verde por ahora. Las flores están en plena explosión de colores y el verano tiene una magia especial aquí en Sayulita.
Pero, qué le pasa al surf? Durante la primeras tres semanas de agosto vivimos en las márgenes del lago Sayulita, y esperamos en vano por las olas. Era una dolorosa calma allá afuera. Los surfos iban y venían con locura de aguas tranquilas. Demasiada cerveza estaba siendo consumida, demasiada hierba fumada. El stand-up paddle es divertido hasta cierto punto pero, cuando llegas a ese punto, lo que quieres es una ola! Cualquier ola! De hecho salí en mi paddleboard y después de ir al norte, rumbo a Malpaso, y luego hacia el sur, a punta Sayulita, remé hacia la playa desafiando a los cocodrilos furtivos (no vi ninguno), y monté tres olita que, juntas, habrían sumado unos 20 centímetros. Estas olas ni siquiera calificaban como muerde tobillos. Así fue la desesperación.
Y entonces, una dulce y pequeña marejada llegó al pueblo y levantó algunos tubos. Nada masivo pero, en todo caso, hubo surf ahí afuera! Mientras la derecha, o la ola “del pueblo” funcionó bien en las tardes durante un par de días seguidos, al lado norte del río la izquierda simplemente tiró olas todo el día, abasteciendo a una docena de surfos afortunados con olas de altura media y hasta la cabeza, del amanecer al anochecer. Del otro lado en punta Mita, Burros y la Lancha hubo buenos momentos también, tal como en la ola rechoncha de Anclote. El surf volvió, una ves más, y rescató nuestras almas.